¿Alcanza una Copa América?
Las carreras de Juan Sebastián Verón y Juan Román Riquelme tienen ciertos puntos en común, sobre todo en lo referido a sus campañas en la Selección argentina.
Ambos llegaron a un mundial, Corea-Japón 2002 y Alemania 2006 respectivamente, como líderes futbolísticos del equipo y terminaron con no su mejor actuación y repudiados por el hincha argentino en general. A Verón se lo acusó de traidor y de jugar para que la Selección inglesa ganara; a Riquelme, de amargo y de no bancarse que todo dependiera de él en la cita más importante.
Con el tiempo, los dos se alejaron de la Selección, el primero por decisión de un entrenador, el otro por motus propio. A mediados de 2006, Verón regresó a Estudiantes para hacer una campaña histórica y salir campeón. En febrero último, Riquelme volvió a Boca y fue el jugador determinante para que el club de la Ribera ganara la Copa Libertadores.
En los partidos de los torneos locales, los dos jugadores fueron repudiados por casi todas las hinchadas rivales con silbatinas e insultos, algo que demuestra que por más bien que jueguen al fútbol, lo que hicieron, o dejaron de hacer, en los mundiales es lo que más le importa a la gente, y que la imagen negativa que dejaron va a ser difícil de revertir.
Verón y Riquelme, casi de la mano, vuelven a la Selección argentina para jugar la Copa América Venezuela 2007 que empieza la semana que viene. Los dos tienen la oportunidad de hacer una gran campaña y de salir campeones. Nadie duda de éso, pero la cuestión es otra: ¿Alcanza una brillante actuación en una Copa América para que estos dos jugadores dejen de ser demonios?
El buen nivel futbolístico que demostraron desde su regreso de Europa parece no alcanzar: Verón sigue siendo insultado y silbado cada vez que juega de visitante.
Después de su brillante juego en la Copa Libertador, Riquelme solo es apoyado por pocas personas no hinchas de Boca: según una encuesta de Olé, el 55% está de acuerdo con la vuelta del 10 de Boca a la Selección. Número bastante chico si se tiene en cuenta que los hinchas de Boca superan el 35% de la población argentina.
Ganar, gustar y golear no les va a asegurar el perdón a estos jugadores, y si la actuación de Argentina y la suya no es la mejor, van a ser enterrados aún más profundo y se tendrán que conformar con la idolatría en sus clubes. Ser ídolo de la Selección será algo reservado para otros pocos.